Ischgl-Silvretta Arena, Tirol

Recuerdo la primera vez que visité Ischgl. Apenas había oído hablar de esta estación del Tirol y me llevé una sorpresa mayúscula. Es, en mi opinión, uno de los centros más completos de los Alpes. La infraestructura es impresionante, con remontes de última generación e instalaciones como el restaurante-self Pardorama o el núcleo de Idalp en la cota 2.300, junto al que se sitúa un enorme snowpark.

Mencionar, sólo como ejemplos, la silla C5, una séxtuple premium con un elegante acabado negro y asientos calefactados, o el imponente teleférico L1 de dos plantas, con capacidad para 180 personas, que remonta desde el pueblo de Samnaun, en Suiza, a la zona de Alp Trida. Porque Ischgl es sólo la mitad del Silvretta Arena; la otra mitad es Samnaun, en territorio helvético.

La variedad es la tónica principal de este amplio sistema montañoso, que da pie a un inacabable entramado de descensos de todo tipo: pistas fáciles, difíciles, largas, cortas, anchas, estrechas y con todas las orientaciones posibles, desde norte puro hasta sur total. La pista Eleven, como su nombre indica, es un descenso de once kilómetros y 1.472 m de desnivel hasta el pueblo, sólo para buenos esquiadores pues arranca en un primer muro negro francamente excitante.

Y en cuanto al fuera-pista, no hay que esforzarse mucho para encontrarlo: infinidad de palas de inclinaciones y longitudes diversas ocupan el espacio entre pistas, con acceso directo desde los remontes o mediante aproximaciones cortas.

El valor añadido de Ischgl se completa con una oferta lúdica y un apresquí fuera de lo común. La fiesta en este rincón del Tirol es tal que es conocida como la Ibiza de los Alpes. Con el acierto de que no interfiere a aquellos que no son afines a la vida nocturna.

Curro Bultó, esquiador y socio en Kaihópara